Tuesday, September 20, 2005

Suposiciones

Abajo, en el bajo, hay un minúsculo apartamento con vistas a un mínimo jardincito que un portugués jubilado se ocupa de regar benevolentemente para entretenerse con algo. Los sábados, su inquilino hace la limpieza del minúsculo habitáculo, y mientras yo salgo y entro de hacer comparas varias miro discretamente a través de la ventana abierta para curiosear qué hay dentro. Un salón escasísimo, sin luz apenas, decorado con muebles baratos pintados de negro. Un sofá que nunca tuvo buenos tiempos porque siempre fue feo y canijo, un suelo gris de sintasol y unas paredes disimuladas con algún póster. Y escucho el ruido de la aspiradora de su único habitante, y a veces la televisión con su verborrea de fondo.

A él lo he visto pocas veces. Quizás unas diez o doce y no estoy segura de reconocerlo por la calle si algún día me lo encuentro. Es un belga de unos cincuenta años, grande, con gafas y vestido siempre con trajes de chaqueta claros. Saluda con educación e, ipso facto, se introduce en su cubil. No sé nada de él, ni siquiera su apellido ya que no tengo ni idea de cuál es su buzón. Sé que tiene un ordenador, porque lo vi un día por la ventana, y que su mirada es ligeramente huidiza, lo cual no es muy corrient en un lugar donde la gente te mira de frente, bien fijo y sostiene la mirada con una sonrisa.

Y yo supongo que no es feliz. Y lo supongo porque creo que no se puede ser feliz con muebles negros, suelo de sintasol raído, un salón sin luz, con ruido de los coches que entran en el garaje, y un dormitorio sin ventilación. Y lo supongo porque lo veo siempre solo, regresando a su casa a eso de las siete de la tarde y encendiendo la televisión.

Pero creo que dicha suposición es sólo una trampa que me hago en la inevitable comparación entre mi apartamento, con parquet, grande y luminoso, y el suyo, tan exíguo. Las razones por las que yo supongo que él no es feliz son subjetivas y se adaptan a mis manías particulares: al hecho de ser una fanática de los muebles que a mí me parecen bonitos y ojeadora compulsiva de catálogos y revistas de decoración.

Porque las razones en las que yo me baso para medir su felicidad tienen mucho que ver con la propia idea de felicidad que yo tengo, que me temo, no es igual para todo el mundo. Y más que nada, cuando me comparo, es una forma de decirme "ah, pero yo sí soy feliz porque tengo luz y metros" y me convenzo de que, efectivamente, a mí la luz y los metros me hacen feliz, que mi vida está bien, en orden, que no tengo que cambiar nada.

Pero a lo mejor él es mucho más feliz que yo porque paga una cuarta parte del alquiler que yo gasto y se gasta ese dinero en ponerse ciego de porno y matarse a pajas. Y a lo mejor eso le hace muy feliz. Porque matarse a pajas debe ser, como mínimo, entretenido. Y además es muy posible que la decoración y los muebles le importen un carajo, y que la luz la consiga dándose un garbeo por los hermosísismos parques y jardines que nos rodean, y que no tenga que ocuparse de un delicado parquet y su cuidado, y que tenga tiempo, millones de minutos, de horas, para filosofar sobre la vida sentimental de las arañas y las aventuras exploratorias del escuerzo cornudo.

El problema es que, si me dejaran, yo le arreglaría la vida con muebles, parquet y luz. O se la desarreglaría...

Qué manía, incorregible, de imaginar y suponer vidas ajenas. Qué manía de buscar la felicidad o la infelicidad en los otros, cuando una no es que sea precisamente un ejemplo de vida modélica y felicísima de anuncio de chicos Melrose Place mega guays. Qué manía de querer arreglarle la vida a los demás, como si no tuviera yo bastante trabajo con poner en orden mi caos de madre estresada.

* Aclaro que yo estoy razonablemente bien, ni eufórica de felicidad, ni triste, con mis momentos mejores y peores, con mis alegrías (el bebé trasto da mucha alegría) mi agotamiento de meses y preocupaciones diversas itinerantes. Pero estoy en un proceso de darme cuenta (cura de humildad, tal vez) que no soy yo quién para dar lecciones sobre felicidad a nadie. Y joder, cómo cuesta darse cuenta de eso.

9 Comments:

Anonymous Anonymous said...

¿Pero ese hombre come perdices? Si las come, entonces seguro que es feliz. Si no, no se puede saber. Los cuentos no fallan.

Tue Sep 20, 09:10:00 AM PDT  
Anonymous Anonymous said...

Te estaba leyendo, Bielka, y me estaba preguntando si realmente existe una telepatía cibernética, porque yo ando en las mismas: cura de humildad a base de cuatro chutes diarios de "quitasoberbias", que es un nuevo medicamento a base de un poquito de transigencia y un mucho de ponerse en el pellejo del otro.

Tue Sep 20, 10:19:00 AM PDT  
Anonymous Anonymous said...

Bielka, Bielka, que los bebés no son trastos mujer (me retumba todo cuando te lo leo), que no, hombre, que no, lo que pasa es que se asemejan a dioses pequeñitos pequeñitos que sólo necesitan un continuum de adoración y un mucho de "idolatrarlos". (Toma construcción sintáctica)

A ver, imagínate mi vida con mi mujer en México hasta el 24 de este mes. Si aciertas te invito a un café con Lidia por aquí cerquita.

Yo ahora me perderé bastante. La semana que viene comienza el espectáculo del estudio diario.

A ver, a ver, imagina...

Tue Sep 20, 02:37:00 PM PDT  
Anonymous Anonymous said...

Por cierto, sin suponer, se os echa de menos.

Tue Sep 20, 02:41:00 PM PDT  
Anonymous Anonymous said...

El anónimo que te está estropeando los comentarios es Bernar.

Tue Sep 20, 02:42:00 PM PDT  
Blogger Bielka said...

¿Vale comer mejillones con patatas fritas para ser feliz, Zaho? Brel lo consideraba así.

Bambo, no puedo entrar en tu bitácora. No sé qué pasa ahora.

En fin, que tendemos a creer que lo importante para nostros lo es también para los demás, y que nustra forma de actuar es la "correcta" cuando hay muchas formas de actuar que son igual de correctas. Es complejo ese espejo de cómo nos vemos en los demás.

Bernar, sí, lo has dicho "pequeños dioses", pero pequeños dioses traviesos. La mía es un trasto de cuidado. Siempre se va a lo prohibido. La tiene tomada con una colección de vinilos que tengo y se va arrastrándose (también gatea ya) a toda leche mirándome para ver si me pilla distraída, a ver si puede coger los vinilos. Tanto es así, que voy a tener que comprar un mueble nuevo, con puertas para guardarlos.

Ya me imagino el trabajo que tendrás, auqnue me imagino que te echará una mano tu familia. En mi caso, al no tener a la familia cerca, cuento sólo con mis propias fuerzas cuando me quedo sola con la criatura. Mucho ánimo, Bernar.

Ah, y a ver cuándo escribes algo, que desde que te pusiste esas tetas nos tienes abandonadas.

Wed Sep 21, 02:45:00 AM PDT  
Anonymous Anonymous said...

Desde esta mañana a primera hora tampoco puedo entrar yo. Intuyo que tiene que ver con las pruebas que estaban haciendo con la nueva versión de blogia, pero tampoco lo sé cierto.

Wed Sep 21, 03:07:00 AM PDT  
Anonymous Anonymous said...

¿Lo prohibido? ¿Para ella, para ti?
Je, je, me gustaría verte en jarras con la diosa que tienes deambulando por tu casa.

A ver si saco un ratillo y te mando una foto, pero foto, foto de las que rompen de verdad de Miss Lidia, alias la diosa de Jaén.

Wed Sep 21, 03:36:00 PM PDT  
Blogger Bielka said...

Sí, muñeco, lo prohibido. Se me escapa al pasillo a ver si puede chupar las ruedas de los carricoches, tiene verdadera fijación con mis vinilos, se quiere escapar a la terraza y a la cocina, que son lugares prohibidos para ella por su peligrosidad. Además, cuando le digo que no, acelera. Es un trasto precioso, claro. Me llenan de alegría sus logros. Hoy, por primera vez, se ha puesto de pie ella solita. Y le he sacado fotos, claro.

Tu criatura debe estar preciosa. Qué ojazos.

Thu Sep 22, 04:00:00 AM PDT  

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