Thursday, November 30, 2006

Kaniets

¿Y por qué no dejarlo ya? He pensado al leer el último comentario de Bernar.

Ésto está semiabandonado, echando las últimas boqueás. Es ya un blog decadente. No tiene sentido tenerlo abierto si apenas voy a poder postear nada. Es tener pendiente de ello a las personas que se pasan por aquí y pierden su tiempo.

Termino de una vez y me voy.

Está el e-mail por si hay algo que decir: aliosha.karamazov(sabashka)gmail.com

Gracias a todos.

Inhabilito los comentarios para no hacer de esto una despedida lacrimógena
y recojo los trastos. Otro fósil más para la red.

Wednesday, November 22, 2006

Filosofías

Leía en la edición de Point de Vue de esta semana, aparte de loas a Letizia y al calvario que tienen que soportar las pobrecitas "routiéres" (plebeyas) consortes, sobre los descendientes de Confucio. Resulta que hay una dinastía de sus descendientes directos desde hace 80 generaciones y que superan el número de los tres millones. 2.500 años dan para mucha multiplicación, por Dios, qué fecundidad la de estos chinos. El heredero de la dinastía es el primogénito de la rama descendiente durante dos milenios y medio del primogénito de Confucio, y tienen ritos para celebrar las fechas señaladas relacionadas con el filósofo.

Desconocimiento, lo reconozco. Conozco muy de pasada quien fue Confucio aunque si sé de su enorme importancia en China y en el desarrollo de las diferentes filosofías orientales. Y de repente leo que Confucio, que fue ministro del emperador Lu, instaba a obedecer a la autoridad imperial así como al respeto por la autoridad de los padres etc. O sea, un ministro que insta a que se obedezca a la autoridad. Normal. Que lo obedezcan a él, claro. Vamos, más de lo mismo.

Y es que yo me imaginaba siempre a Confucio en plan bucólico, así en medio de las cabras chinas y los arbolitos, sentado en una roca con un bastón mirando al infinito mientras le crecía la barba. Desconocimiento, claro. Basado ésto en las estampas chinas de la época, siempre con arbolitos y en plan muy relajado y campestre, que son como de restaurante chino con musiquilla de esa, así como de quien no quiere la cosa, y con peceritas y rollitos de primavera fritos con glutamato. Tampoco me imaginaba que su capacidad reproductora, heredada por sus vástagos, diera lugar a tres millones de descendientes (y eso que por machismo no cuentan las ramas femeninas), ya que, como buen filósofo, me lo imaginaba fuera de apetencias mundanas y alejado de los pecados de la carne (luego resulta que parece que no, que los filósofos siempre han estado bastante salidos y los ha habido hasta sifilíticos- pero es la imagen idílica que yo siempre he tenido-).

La verdad es que me he llevado un chasco. Se me ha ido de la cabeza la imagen esa de vejete chino sabio y agradable de serenidad impertérrita que habla de ríos, peces y piedras. No sé si podré reponerme. Una no está para que los sabios chinos se le caigan del jarrón, de verdad. Menos mal que la Preysler lleva camino de convertirse en jarrón ella misma por sobrados méritos y que siempre podré seguir sus consejos sobre como decorar el váter, lo cual es una filosofía oriental muy digna de tener en cuenta.

Tuesday, October 17, 2006

Saucisse couronée à la bobonne

Decidida a asumir mi condición de maruja sin renegar de ella me he aficionado al "Point de Vue", revista monárquica francesa donde cuentan tdos los cotilleos de los royals. No diré las razones por las que me compro la revista en el supermercado, ya que me podría quitar puntos marujiles, lo cual, una vez asumida mi condición sería harto fastidioso porque ya que una es maruja qué menos que serlo con pedigrí - no, ni siquiera voy a un kiosko para hacer el vicio menos prosaico-, tan sólo os pido que me imaginéis con la bata de guatiné y los rulos puestos mientras ojeo compulsivamente el "Point de Vue" en un sillón profusamente decorado con un tapete de ganchillo mientras suena el chucuchú de la olla express y la tele con Ana Rosa al habla.

El caso es que en la revista aparecen muchas majestades y altezas, entre ellas nuestro príncipe con su Letizia. En el número de esta semana los ponen como ejemplo de pareja enamorada de ensueño y, para no perder comba en lo de hacer bien la pelota, dicen que el pueblo español los adora y que Letizia es super admirada y querida. Evidentemente, los del Point de Vue, no se han parado a leer los comentarios populares del 20 Minutos, en los que a Letizia lo más flojito que se le dice es Trepizia. ¿Para qué pararse a leer los comentarios del populacho si son periodistas aristocráticos y royals? Pero no sólo ahí se vislumbra el poco aprecio que suscita la ex-presentadora sino que periodistas como Peñafiel, Paloma Barrientos o incluso un prudente Mariñas sacan la patita por debajo de la puerta para decir lo que piensan. Salvo unas cuantas marujas como yo que se apuntan a un bombardeo cada vez que tienen la oportunidad de sobar a un famoso -debe ser que hace milagros el sobe-, Letizia no obtiene muchas simpatías e incluso fomenta cada vez más el republicanismo entre los antiguos monárquicos. Recuerdo, que entre los comentarios sobre su persona, el que más me ha impactado - por definitorio- es que el que hizo un internauta, Nacho, al que leía antes con asiduidad y que ya no frecuento mucho -falta de tiempo- y que hace observaciones muy agudas "Es mala de libro". Y decía este internauta que será de las que se aferren a su condición de princesa para ser reina y aguantará lo que sea con tal de conseguirlo y seguir enganchada al poder. Y sí, es muy probable que tenga razón y no sea una nueva Ladi Di, de gesto desvalido y actitud victimista.

A viva voz, entre el pueblo llano, se habla de que ella se ha casado para trepar, no por amor. Incluso la aristocracia lo dice con amargura, precisamente la aristocrcia que siempre ha defendido los matrimonios de conveniencia. Una condesa muy monárquica, conocida mía, se pasó insultando a Leti frente al televisor el día de la boda y gritando "no lo quiere,no lo quiere". Para esta señora, que tiene su cuarto decorado con fotos de Alfonso XIII, la boda casi le cuesta un soponcio grave teniendo en cuenta que tiene casi 80 años muy bien conservados gracias a su Wishky diario. Yo no veo mucha diferencia entre Letizia y cualquier otra mujer, aristócrata o no, que se hubiera topado con el príncipe. Me da a mí que una gran cantidad de personas, que la critican por trepa, hubieran hecho lo mismo si se les hubiera puesto el príncipe en bandeja. Y por llevar la contraria yo creo que Leti sí se casó por amor y que no quiere ser reina. Y es por eso que está haciendo todo lo posible para no ser reina e insiste en meter la pata dando una exclusiva a El País, para ponerse a los periodistas de otros medios en contra, o en dejar claro que ella no es como la familia real, sino que es mucho más moderna y sabe hacer las cosas " a su manera". Y a mí me deja la impresión de la decadencia de una charcutería de pueblo. Sí, me explico. Es -hablando a baja escala- cuando un negocio familiar, que ha funcionado durante décadas o incluso lustros, se estanca ante el nuevo heredero, que pretendiendo modernizar, en lugar de vender salchichón del de toda la vida, comienza a vender pollos desestructurados. Pues la gente de toda la vida, la que venía a comprar, se escandalizará y no vendrá más, y los que no venían a comprar antes quizás tampoco vengan ahora porque un pollo desestructurado en un pueblo de Albacete no tiene mucho futuro cuando por los corrales se pasean estructurados pollos.

Un negocio familiar, la monarquía, igual que el charcutero pero con más jeta. Es mi visión de la monarquía. Sin embargo, llevan mucho tiempo vendiéndonos que se sacrifican por nosotros y que sirven a nuestro país. Aunque a mí eso no me cuadra. ¿No eran antiguamente los siervos los que pertenecían a los señores feudales y al Rey? ¿Cómo es eso de que han cambiado las tornas y ahora es el Rey el que nos pertenece a los siervos? nos pertenece, claro, pero vive de puta madre mientras la mayoría de la gente no lo tiene fácil para llegar a fin de mes. Sin embargo, esa realidad, se oculta bajo un manto de buenas intenciones y peloteos y nos acabamos creyendo que la charcuteria familiar la tienen para servirnos, no para vivir ellos a cuerpo de rey. Que si no hubiera sido por las revoluciones y las guillotinas ni de coña se hubieran avenido a ser monarcas constitucionales, vamos.

En "Point de vue", revista sin ningún tipo de complejos monárquicos, se habla sin embargo, con naturaridad del gotha y se los vé empiringotados y orgullosos de ser lo que son. Allí se puede leer, por ejemplo, sin un mínimo atisbo de crítica, que el Sha de Persia usó para fabricar las suntuosas coronas que su familia llevaría en su coronación, diamantes pertenecientes al tesoro público y garantía económica de Persia. También aparecen todo tipo de altezas que no acierto a desentrañar porque me confundo con las siglas. Entiendo eso de S.A.R como Su Alteza Real y S.A.I. como Su Alteza Imperial, pero S.A.S o es Su Alteza Serenísima o Su Alteza Sibilina, o Su Alteza Sorda. Es ahí donde se ve que contunúan con sus negocios familiares, al igual que el charcutero de la esquina, sólo que el charcutero sólo vende jamón, salchichón y chopped (los mejores de la comarca, dice él) y ellos venden su imagen de seres perfectos preocupados por nuestro futuro que debemos tomar como ejemplo pero a los que nunca llegaremos a los talones porque, evidentemente, la monarquía y la charcutería se llevan en la sangre.

Monday, September 11, 2006

Abducida

Allongez vous dans l'herbe
Et regardez vivre, ces drôles de petites bêtes
C'est Loulou le pou et Mireille l'abeille
Marie la fourmi
Patouche la mouche
Belle la coccinelle
Camille, Barnabé
Et Siméon le papillon
Carole, Chloé
Et Léon le bourdon!




Me he perdido entre películas de dibujos animados. No sé si lograré volver a la realidad en mucho tiempo porque he sido abducida por las criaturas de Antoon Krings.

No volveré por este blog en una temporada. Si en algún momento, por la razón que sea, deseáis contactar conmigo, mi e-mail es el siguiente: Aliosha.Karamazov(sabashka)gmail.com.

Besos para todos.

Monday, September 04, 2006

Je ne suis pas ton chien

"Je ne suis pas ton chien" (No soy tu perro) Le grita ella al él.

En bragas, o mejor dicho, en un tanga negro, Sophie abre la puerta del rellano y le grita a mi vecino el mindundi esa declaración de principios y otras lindezas mientras él también grita otras cuantas cosas muy enfadado. Se va y ella da un portazo.

No es la primera vez. Ocurre a menudo. Discuten, gritan, y se insultan con saña incluso desde el balcón. Y siguen juntos. En ropa interior. Lo que yo, como desconocedora de sus problemas y de su relación les veo en común es que siempre están en paños menores. A él lo he visto en slip marcapaquete esperando al electricista en el rellano, precisamente el día en el que lo conocí como nuevo vecino.

Son cuatro: Ella, él, un niño de tres años y algo (hijo de él, que pasa la mitad de la semana aquí y la otra mitad con su madre) y un gato rubio. Bueno, son todos rubios, en realidad, muy rubios y altos. Y deben tener un sistema térmico especial porque siempre van en manga corta y dejan las ventanas abiertas permantemente para que entre el biruji. Al principio, yo creía que ella estaba embarazada porque le veía un tripón considerable. Luego resultó que la que estuvo embrazada y tuvo otro niño fue la ex de él (que viene a menudo a reoger al niño), que un hijo con su nuevo novio. Hace un par de meses, sin embargo, y debido (aparte de a mis pulsiones cotillas) a la costumbre que tiene el mindundi de hablar a gritos por el móvil desde el balcón, lindante linda con el mío, le escuché decir que "Mi mujer está embarazada" justo unos días después de una gran bronca en la que ella lo echó de casa con el contundente "je ne suis pas ton chien" y cuando yo pensé que no volvería más. Y yo la miro cuando la veo pero ahora precisamente no le noto tripa. Le ha crecido el culo eso sí. No sé. A lo mejor las nórdicas tienen el útero en otro sitio, atrás, para prtegerlo del viento gélido del Mar del Norte, o él estaba mintiendo - con lo fácil que es que lo pillen, ay, qué poquitas luces tiene-, o la que está embarazada es su ex mujer (¿de él?) u otra mujer, o la gata si es gata y no gato.

Ella es agradable, incluso guapa, con un rostro armónico y dulce. Está rellenita, con una de estas gorduras rubenianas a las que da ganas de darle un bocado. A mí me gusta porque siempre es muy atenta conmigo. También la veo comprensiva, ocupándose media semana de su hijastro al que trata muy bien, con cariño. A veces, cuando la madre del niño viene a buscarlo hablan un rato en el rellano y se nota la buena relación que hay entre ellas. Él, sin embargo, y pesar de que conmigo es educadísimo, incluso deferente, en un miedo repetuoso que no acabo de entender bien (me abre la puerta del ascensor con tal respeto y atención que no me acaba de cuadrar con la imagen que tengo de él de ser gritón y maleducado cuando insulta a su chica desde el balcón llamándola "conasse" -gilipollas, para que nos entendamos-)me da repelús.

Siempre me he preguntado qué hacen juntos, por qué esta chica, que es tan agradable, que se la ve tan persona, que sabe ocuparse de un niño que no es su hijo (y que da bastante guerra), está con un tipo que grita a su hijo barbaridades para que se coma la comida, que la insulta públicamente para que conste la humillación delante de todos los vecinos. Y eso es de lo que yo me entero, claro.

Las claves, evidentemente, las tienen ellos. Yo puedo aventurar que están juntos porque comparten la aficción de abrir la puerta y salir al rellano en ajustados paños menores para el disfrute de los demás miembros de la vecindad, o por su doméstica costumbre de almacenar la basura en la terraza trasera y sacarla sólo cada 15 días "por falta de tiempo". También porque él es un tipo guapo, sí, podría ser otra razón por la que ella se sigue prestando a ser su perro aunque proteste por ello. Hace unos días discutieron con golpes a eso de las dos de la mañana. Creo que no se pegaban porque eran golpes secos y no gritaban de dolor sino de bronca, con razonamientos viscerales. Al día siguiente estaban tan normales y los vi volviendo del supermercado cargados de bolsas en aparente armonía familiar con el niño jugando a su lado.

Las claves de ese infierno, que quizás incluso para ellos no sea un infierno, y yo lo vea como tal en mi percepción subjetiva, sólo las tienen ellos y quizás hasta puedan saber quién es el perro de quién. Si algún día oigo golpes y gritos de dolor llamaré a la policía, pero mientras tanto me toca ser espectadora cotilla de un drama del que sólo veo a lo lejos las luces lejanas del teatro y alguna frase gritada al viento, sin tan siquiera escuchar los diálogos en su totalidad. Quizás él sólo sea un pobre idiota gritón incapaz de levantarle la mano a una mosca. Quizás ni siquiera sea idiota. Yo apenas sé que ella a veces le grita "Je ne suis pas ton chien" y que lleva slips marcapaquete.

Thursday, August 24, 2006

Las tragedias invisibles

La Manolita, que miraba en derredor cada mañana desde sus altos balcones para adivinar qué desgracias le ocurrían al vecindario y en qué podía servir su lengua afilada para cotillear y murmurar -no sin cierto regocijo interior- la pena que le daban, era una mujer amargada aunque no más que el resto. Cotilla de vocación, no podía resistir el tremendo impulso que la incitaba a vigilar desde su feudo la vida cotidiana, las preñadeces, los accidentes y las tragedias ajenas en general. Quizás, aprovechando que sacudía las alfombras acrílicas verdes, llenas de escenas de caza y mientras pensaba en qué tragedias se desarrollaban más allá de sus muros, se olvidaba de la suya propia. Su ambición, de la cual era el máximo exponente aquella casa de tres pisos llena de balcones, se había visto truncada un día cuando su marido - un fornido albañil que tenía mucho futuro en lo suyo y ganaba bien - había perdido un brazo en un accidente laboral. Ya nada volvió a ser lo mismo. Él era un hombre amargado, siempre de mal humor, condenado a una vida sedentaria, cobrando una pensión para mantener su familia, cuando había sido pura actividad febril, pura ambición de mejorar, de hacer casas, de enlosar patios y alicatar baños. Saludaba a regañadientes y ya le parecía que el saludo que te dedicaba era mucho porque te volvía la cara, sin mirar nunca fíjamente a los ojos.

Más allá de los balcones de la Manolita las tragedias visibles se sucedían, cada una en su estilo único y personal. La Sole, preñada a los diecisiete al igual que luego lo fue su hermana, viviendo en una mini casa - que fue de su abuela, una viuda que, según contaban las malas lenguas, se prostituía con los soldados en la guerra civil para sacar algo de comer - para huír de la suya, en la que su padre, El Fajas, atizaba unas palizas a su madre (según la leyenda ésta señora se acostaba con el fontanero y por eso tenía dos hijos morenos y de pelo liso, como el marido, y tres rubios y de pelo rizado, como un fontanero que pululaba por allí en aquellos tiempos) que todo el mundo conocía bien. Y luego aquella triste familia, educada y de posibles, que apareció con hijos ya crecidos, con el Héctor, que todo el mundo pensaba que era marica por su indumentaria estrafalaria y que se iba a la Movida a ponerse a tope de lo que fuera. El Héctor quedó en coma en un accidente de tráfico y aunque se recupero, nunca volvió a ser el mismo. Se lo veía siempre apesadumbrado, a veces sentado y silencioso en las escaleras de su casa, aquellas que antaño, cuando estaba deshabitada, usábamos para jugar al escondite. Todos teníamos una tragedia visible. Incluso los del otro lado de la calle. La Higinia (Doña Higinia, perdón, que mi lado era el de los "respetables licenciados y diplomados"), que de monja de clausura había pasado a vestirse de cuero negro, liarse con un malencarado chulo de putas drogadicto -el chino, al que temíamos cuando lo veíamos aparecer por su aspecto siniestro - y cuyos ojos amanecían amoratados día tras día, bajaba la cuesta lentamente y con pesar, dolorida y temerosa pero sin saber muy bien por dónde tirar ni que hacer para salir de semejante infierno. Doña Amaranta, con su porte seco y flaco, estirada en su sempiterno moño de señorita Rottenmeyer, aparte de ser una hija de puta muy sutil -aunque yo la quise mucho porque me regaló una Nancy vestida de tules y con sombrilla- no se hablaba con su nuera y lloraba por su temor de perder la comunicación con su único hijo, la única familia que tenía. Dolores, la discreta mujer de Don Rafael, un alcohólico muy simpático y enrollado en la calle, pero difícil en el hogar, a solas. Y más, muchas más. Todos teníamos nuestra tragedia visible. En mi caso, más que visible era una tragedia escaparate por capítulos que aventuraba tragedias mayores, pero se quedó ahí, estancada en el capítulo segundo. No se cumplieron las expectativas oscuras y negativas que podíamos generar, y eso que nuestra situación era de las más difíciles de toda la calle.

Y en nuestro lado, el lado de los "privilegiados", de los que hablábamos "bien", sin localismos y sabíamos quien era Kant y que el Imperio Romano no fue cosa sólo de las pelis de Hollywood, tres casas más arriba de la mía vivía el Director. Don Hilario. El Director de mi colegio. El Director porque su aura era de director: gordo y de porte severo, con el pelo blanco y fama de duro entre los duros. Era nombrarlo en clase y nos echábamos a temblar. Sin embargo, para mí fue siempre un tipo campechano y simpático que me regalaba pegatinas de Manos Unidas, con negritos hambrientos y protestas por el hambre del mundo, que eran la envidia de mis compis de clase. ¿Cuál era la razón? Era amigo de mi padre. Un amistad extraña, de conveniencia posíblemente, teniendo en cuenta que el Director era un gallego muy de derechas y mi padre un excéntrico -bueno, seamos un poco buenecitas esta noche y llamémolos excéntrico- andaluz de la izquierda ecologista. Algunas veces venía a la finca que tenía mi padre a unos treinta kilómetros de allí a comer chuletas a la parrilla (lo que hoy se denomina barbacoa, pero en plan rústico espartano, porque así era mi vida casi monacal en aquellos parajes) y aparecía con su gran coche blanco, de Director, matriculado en Gran Canaria y sus dos hijos menores, Antonio y Jorge. Yo no vivía en la casa de la calle aquella más que de vez en cuando, cuando a mi padre le daba la vena de ir por allí: la mayor parte del tiempo me lo pasaba en la casa del campo y yendo de la escuela al campo y del campo a la escuela, pero conocía bien aquelos dos chicos un poco mayores que yo, muy grandes y fuertes y que no paraban de pelearse entre sí todo el día. Antonio era retorcido y listo, con un delator gesto cruel en su boca que yo siempre aborrecí. Jorge era impulsivo, muy visceral, irreflexivo, y se pasaba el día medio lloroso intentando pegar a su hermano en defensa de múltiples ofensas ciertas, pero imposibles de probar dada la habilidad de su hermano para hacerlas a escondidas. Era el pequeño.

Se pegaban con saña, con odio de berracos, hasta que aparecía el padre y los ponía firmes con una sóla palabra. Cinturón. Y allí se paraban, se callaban y acataban con absoluta docilidad la inflexible autoridad paterna. Doña Margarita, la madre, una gallega triste -mujer hermosa, sí- que a mí me gustaba por su dulzura conmigo (es lo que tiene ser un animalito desvalido), se quejaba a veces de que la autoridad paterna era excesiva, pero ése era el único quiebro en sus vidas. En todo lo demás era una familia perfecta, ejemplo de disciplina y sin tragedias aparentes que dieran que hablar. Los hijos mayores estudiando en la Universidad, sin escándalos ni preñadeces, y los menores en el colegio, siempre pulcros, bien vestidos y sacando buenas notas. Jugábamos en la calle a veces, al escondite casi siempre, aunque conforme se fueron haciendo mayores ya no se paraban ni a saludar. Además, ellos sabían muy bien que eran los hijos del Director, que estaban por encima del resto, que en su familia no había escándalos ni daban de qué hablar. Después se cambiaron a dos pisos unidos cerca de mi colegio y ya no los volví a ver más. Terminé la escuela y Don Hilario pasó a formar parte de los fantasmas del pasado.

¿Cómo se gesta la tragedia? ¿Cómo los hilos invisibles un buen día se hacen a la luz y estallan en una explosión que deja a la Manolita con un impresionado "Si ya lo sabía yo que esto iba a ocurrir"? ¿Cuándo caducan las tragedias invisibles y se convierten en visibles? Jorge fue encarcelado con la mayoría de edad recién cumplida. Sí, se afilió a un grupo fascista de corte extremadamente violento y lo pillaron participando en algo grave que no sé muy bien qué fue (En la época hubo por la zonas muchos problemas con neonazis, incluso un asesinato, pero sé que el delito de Jorge no estuvo relacionado con eso porque fue anterior). Aquello fue un durísimo golpe para su padre, que tan severamente le había inculcado los principios. Porque Don Hilario quería que su hijo fuese de derechas, claro, pero no que se pasase en su aficción. El quería que fuese un respetable notario, pero no un fascista carne de cañón, cuerpo de cárcel, vergüenza para la familia. Consiguieron sacarlo pagando la fianza, aunque pendiente de juicio, pero ya el dolor del honor perdido, de ver que Jorge no había sido lo suficientemente inteligente como para saber no ser un esbirro cualquiera había hecho mella en un Don Hilario cansado y una sufriente Doña Margarita.

Y es como si la tragedia visible, que durante años había negado su presencia en aquella familia, hubiera hecho acto de presencia de una forma contundente y decidida a destruirlo todo. Los padres se lo llevaron de vacaciones con él para intentar convencerlo de la necesidad de abandonar los grupos neonazis. Volvían ya, noche cerrada, cuando, en un gesto de confianza, Don Hilario, que también sabía ser campechano - y quizás para aumentar la autoestima de su hijo- le dejó conducir el coche a Jorge. Choque frontal. Don Hilario y Doña Margarita murieron en el acto. Jorge salió ileso.

Monday, August 07, 2006

Tribus y mujeres

Andaba leyendo sobre culturas precolombinas, indígenas y espiritualidad. Los Kogui, tribu india de la Sierra de Santa Marta, de Colombia. Me gusta mucho la antropología y leer sobre tribus y modos de vida. Devoro reportajes e información de todo tipo en mi intento por componerme un paisaje de qué somos. Y ¿conclusiones? ninguna. Nada a babor ni estribor, un lío, vamos. Imposible llegar a conclusiones cuando me faltan aún tantas tribus por conocer a través del papel o la imagen, ya que en persona lo veo muy difícil. Pero, aunque no pueda llegar a conclusión alguna, el sentido crítico me da toquecitos en la oreja: no lo puedo evitar.

Veamos ¿defender el derecho de unas tribus a unas tierras que les corresponden porque son las tierras donde siempre han vivido significa necesariamente deificarlos y convertirlos en nuestros guías espirituales? Porque yo estoy plenamente de acuerdo en respetar a las tribus y reservarles sus territorios y recursos dándoles una vida digna, pero eso no significa que no alce un ceja (simbólicamente, claro, que yo no sé alzar cejas, así al estilo chulesco) ante las costumbres, por ejemplo, de mantener a las mujeres separadas de los hombres -sin derecho a entrar en las áreas espirituales de poder- o de amañar los matrimonios entre clanes. Y eso no significa tampoco que yo vaya a querer despojarlos de sus religiones, supersticiones y costumbres pero... La libertad individual, eso. ¿Dónde queda eso tan confuso y extraño para tantas culturas que es la libertad individual? Sobre todo, la libertad individual de la mujer.

Es raro encontrar tribus donde la mujer tenga cierto poder o incluso ostente el poder máximo. Zapotecos, en México, y los Mosuo en China (ambos matriarcados, aunque en el caso de los zapotecos hay estudios que dicen que no es un matriarcado en realidad) son casos más bien aislados entre un maremagnum de tribus que no se caracterizan por su consideración hacia la mujer más que como criadora de hijos. En general, desde occidente, como andamos tan perdidos en este mundo de contrastes y abundancias donde no hay unas raíces tangibles tendemos a mitificar a las tribus "salvajes" (que no son salvajes, sino civilizaciones distintas y menos tecnológicas, pero están muy civilizados) considerándolas los puro, lo espiritual, lo bueno, en contraposición a nuestro hastío de animales desnaturalizados. Pero si nos paramos un poco a pensar, podemos ver que tampoco las tribus salvajes son "libres" aunque sean nómadas y no tengan ni horarios ni hipotecas. Muchas son esclavas de sus supersticiones, sabiamente manipuladas por los chamanes, que ostentan un gran poder aparte de tener conocimientos de medicina natural muy valiosos para la tribu. La conciencia de ser, el miedo a la enfermedad y la muerte, los hace pervivir en los ritos, en las celebraciones religiosas y las tradiciones que deben cumplirse de una forma muy metódica y escrupulosa porque si no es así la desgracia acecha. Y esa manipulacion del miedo no es nada natural: es pura civilización humana. Los animales sienten miedo y dolor, pero no lo manipulan mediante la religión.



En las tribus y en sus costumbres, que me fascinan e interesan mucho, no hay mucho de "natural". Un matrimonio amañado, por ejemplo, por mucho que se invoque al espíritu de los árboles o al dios del fuego, no es natural. Los animales eligen "libremente" a su pareja dentro de sus posibilidades y lo que les dejan según diferentes estructuras sociales que varían mucho incluso entre los primates (mi otra gran pasión). Los bonobos, incluso, que se dice que son los más parecidos a los humanos (por encima de los chimpancés) tienen unas costumbres sexuales bastante promíscuas, lo que no cuadra con las rígidas estructuras al respecto en una gran cantidad de tribus. En esos matrimonios amañados, muchas veces la novia es casada a la fuerza siendo aún una niña (práctica frecuente en África) y recibiendo maltratos a menudo. Cuando la esposa huye del hogar su propia familia la repudia porque ha mancillado el honor de su casta. A veces, son asesinadas en crímenes de honor por negarse a casarse o por elegir a un novio distinto al que la familia decide para ella.

¿Visión occidental la mía? Pues claro. Imposible que pueda tener otra visión del asunto. Estoy muy influenciada por la cultura que me ha tocado en suerte, es evidente. La sociedad occidental no me gusta en muchas cosas porque creo que ha perdido la mesura de las cosas y se aleja a pasos agigantados de la naturaleza y soy crítica con ella, pero si algo me gusta es que una puede ser mujer sin tener que pedir perdón por ello. Vale, sí, hay machismos, discriminaciones, problemas varios, pero no te casan a la afuerza ni te obligan a tener hijos a los doce años.

De las tribus actuales me gusta su medio, esa naturaleza en la que apenas hay obra humana, el hecho de que vivan en un mundo más real, más cercano a lo que es el ser humano en sus primeros hábitas antes de que la civilización nos absorviera y nos dejara sin saber muy bien dónde nos encontramos. Me gusta su visión pausada del tiempo y su alimentación tradicional, nutritiva y sana, sin tantas grasas saturadas ni azúcares, sus hidratos de carbono de absorción lenta, sus pescados recién saliditos del río. Me gustan sus tradiciones por lo exóticas y distintas, y también por el hecho de que sean capaces de conservarlas y llevarlas a cabo pausadamente, sin estas prisas que nos atacan. Me gusta su sencillez, su vida espartana, su falta de consumismo. Sin embargo, algunas cotumbres, como por ejemplo, la de considerar a la mujer impura en los días de la menstruación o durante el parto (en Tíbet las hacen parir en los establos porque están impuras, con lo que muchas se mueren en el parto)no me merecen ningún respeto. Y me da igual que sean tribus amenazadas y a punto de extinguirse (que parece que estas desgraciadas circunstancias son la causa de que no se las pueda criticar, como si su condición de víctimas por una parte les eximiera de responsabilidad en otros asuntos). Que conserven sus tierras, su identidad y su tradiciones, sí, de acuerdo. Pero ¿es necesario que en el pack completo perviva la discriminación a la mujer?

En la imagen: Mujer Kalash. Los Kalash son una tribu amenazada que vive en Pakistán. Son animistas y los únicos no musulmanes de la zona por lo que sufren persecuciones al respecto, extrema pobreza y asesinatos. Antes diponían de su propio territorío, denominado Kafiristán (territorio de infieles), pero muchos de ellos, debido a las persecuciones, se convirtieron al Islam, y quedan sólo unos 3.000. Beben vino y las mujeres hasta bailan con sus coloridos trajes, lo cual es inaudito en un país en el que las mujeres deben conservar unas costumbres muy rígidas al respecto. Parece ser que son los descendientes de los soldados de Alejandro Magno, porque no tienen similitud alguna (ni siquiera lingüística) con los demás grupos étnicos de la zona y sí la tienen con los macedonios. los hay rubiso y con ojos claros, de aspecto europeo. Pues bien, aún siendo unas afortunadas en comparación con sus vecinas las pakistaniés musulmanas, que no pueden ni bailar, las muejeres kalash son consideradas impuras durante la menstruacción y el parto y obligadas a irse a un edificio al lado del río del cual sólo podrán volver cuando el proceso haya finalizado y ellas estén bien lavaditas.

Estoy de impurezas y otras espiritualidades hasta los cuernos de los búfalos de los Toraja.