La razón
¿Qué buscas? En general, ¿qué buscas? ¿qué buscas en internet, en leer a otros, en mirar blogs de vidas ajenas, en mirar opiniones? ¿Aprender?
Hace un par de días, en un foro, leí rápidamente (mi falta de tiempo hace que no pueda leer con un poco de pausa y reflexión) a alguien que decía que en internet, en los foros y blogs, no pretendemos escuchar a los demás ni entablar una conversación sino exponer nuestra opinión y escucharnos a nosotros mismos, que no deseamos aprender, sino mostrar lo listos que somos. Decía muchas otras cosas sobre la "decadente civilización occidental", pero lo que me llamó la atención principalmente fue esto de que nos escuchamos a nosotros mismos. Y me hizo pensar, sí, porque yo me escucho mucho a mí misma y cuando expreso una opinión creo que tengo la razón. Narcisismo puro.
Hoy leía a Elvira Lindo en su irónico artículo aparecido en EL País titulado "La Ceja" y me reía silenciosamente, aquí frente a la pantalla. Semos asín, Elvira, no sólo los nacionalistas. Y es que, sí la reafirmación en lo que uno cree, o cree que cree, es más fuerte que el deseo de aprender, si es que se desea aprender algo, claro. Aún así, yo creo que aprendemos sin proponérnoslo, a palos: El aprendizaje que llega sin previa búsqueda, y el más efectivo.
Porque me ocurre que leo muchas opiniones, a mucha gente y, en teoría debería aprender algo de ellos, de su sabiduría, de su convencimiento, de que ellos también tienen la razón. Y debería tener ganas de aprender de ellos, como si mi cerebro fuese una esponja, como si yo fuese alguien que no sabe nada de la vida y debiera escuchar a los otros para convencerme de lo que me dicen y maravillarme ante su conocimiento. Pero claro, yo, en mi convencimiento de que tengo la razón, no sólo pongo una cosa tan poco importante como la razón en sí, que es una nimiedad, sino mi autoestima y y el autoconvencimiento de que el camino que sigo es el mejor que puedo seguir. Y ay, eso es importante: el autoconvencimiento. Es un arma poderosísima de supervivencia. Es posible que mi camino no sea el mejor del mundo mundial, que haya otros mucho más excitantes e interesantes de recorrer, pero si yo me autoconvenzo de que el mío es el mejor, lo recorreré con mucha más alegría, la cabeza alta y la sensación de que estoy aprovechando mi vida (auqnue, quizás, en opinión de otros, mi vida sea algo que ellos no quisieran vivir en absoluto).
Y probablemente no haya caminos mejores ni peores, sino cosas que hacen feliz y cosas que hacen infeliz. A mí me hace feliz creer que tengo la razón, así, en genérico, como si la razón fuera una cabra y yo la tuviera agarrada, bien amarradita, por una pata, aunque ya sabemos lo de las cabras, que tiran la monte y la razón se escapa con facilidad. Y aprendes, es cierto que aprendes sin proponértelo, y desaprendes, y vuelves a aprender y a cambiar de opinón. Pero casi que prefiero aprender así, sobre la marcha, a palos y a existencia, a tropezones por el camino, a causalidades, a darte cuenta un día que , en efecto, de tal persona a la que lees continuamente sí has aprendido muchas cosas con el tiempo sin darte cuenta porque te ha entrado suave suave, como un té verde.
Pero eso de ponerme a leer a un lumbrera y aprender de él, así yo como discípula inocente e inculta y él como ser que tiene algo que mostrar al mundo... Vamos, como que no. Que prefiero dedicar ese tiempo (que no tengo)a pintarme las uñas de los pies, o hacer carreras a cuatro patas con mi bebé trasto.
Queda bien eso de decir que tu deseo es aprender de un lumbrera de esos, como muy modesto y tal, como muy de persona sencilla y cabal. Pero yo no soy modesta ni me interesa la modestia. Me parece que un exceso de modestia es igual de pernicioso que un exceso de soberbia. Yo tengo la razón agarrada por una pata (le doy de comer hierba para que no se me escape) y no se hable más, hala.
El día menos pensado fundo una secta y os ilumino (se me acaba de ocurrir).
Hace un par de días, en un foro, leí rápidamente (mi falta de tiempo hace que no pueda leer con un poco de pausa y reflexión) a alguien que decía que en internet, en los foros y blogs, no pretendemos escuchar a los demás ni entablar una conversación sino exponer nuestra opinión y escucharnos a nosotros mismos, que no deseamos aprender, sino mostrar lo listos que somos. Decía muchas otras cosas sobre la "decadente civilización occidental", pero lo que me llamó la atención principalmente fue esto de que nos escuchamos a nosotros mismos. Y me hizo pensar, sí, porque yo me escucho mucho a mí misma y cuando expreso una opinión creo que tengo la razón. Narcisismo puro.
Hoy leía a Elvira Lindo en su irónico artículo aparecido en EL País titulado "La Ceja" y me reía silenciosamente, aquí frente a la pantalla. Semos asín, Elvira, no sólo los nacionalistas. Y es que, sí la reafirmación en lo que uno cree, o cree que cree, es más fuerte que el deseo de aprender, si es que se desea aprender algo, claro. Aún así, yo creo que aprendemos sin proponérnoslo, a palos: El aprendizaje que llega sin previa búsqueda, y el más efectivo.
Porque me ocurre que leo muchas opiniones, a mucha gente y, en teoría debería aprender algo de ellos, de su sabiduría, de su convencimiento, de que ellos también tienen la razón. Y debería tener ganas de aprender de ellos, como si mi cerebro fuese una esponja, como si yo fuese alguien que no sabe nada de la vida y debiera escuchar a los otros para convencerme de lo que me dicen y maravillarme ante su conocimiento. Pero claro, yo, en mi convencimiento de que tengo la razón, no sólo pongo una cosa tan poco importante como la razón en sí, que es una nimiedad, sino mi autoestima y y el autoconvencimiento de que el camino que sigo es el mejor que puedo seguir. Y ay, eso es importante: el autoconvencimiento. Es un arma poderosísima de supervivencia. Es posible que mi camino no sea el mejor del mundo mundial, que haya otros mucho más excitantes e interesantes de recorrer, pero si yo me autoconvenzo de que el mío es el mejor, lo recorreré con mucha más alegría, la cabeza alta y la sensación de que estoy aprovechando mi vida (auqnue, quizás, en opinión de otros, mi vida sea algo que ellos no quisieran vivir en absoluto).
Y probablemente no haya caminos mejores ni peores, sino cosas que hacen feliz y cosas que hacen infeliz. A mí me hace feliz creer que tengo la razón, así, en genérico, como si la razón fuera una cabra y yo la tuviera agarrada, bien amarradita, por una pata, aunque ya sabemos lo de las cabras, que tiran la monte y la razón se escapa con facilidad. Y aprendes, es cierto que aprendes sin proponértelo, y desaprendes, y vuelves a aprender y a cambiar de opinón. Pero casi que prefiero aprender así, sobre la marcha, a palos y a existencia, a tropezones por el camino, a causalidades, a darte cuenta un día que , en efecto, de tal persona a la que lees continuamente sí has aprendido muchas cosas con el tiempo sin darte cuenta porque te ha entrado suave suave, como un té verde.
Pero eso de ponerme a leer a un lumbrera y aprender de él, así yo como discípula inocente e inculta y él como ser que tiene algo que mostrar al mundo... Vamos, como que no. Que prefiero dedicar ese tiempo (que no tengo)a pintarme las uñas de los pies, o hacer carreras a cuatro patas con mi bebé trasto.
Queda bien eso de decir que tu deseo es aprender de un lumbrera de esos, como muy modesto y tal, como muy de persona sencilla y cabal. Pero yo no soy modesta ni me interesa la modestia. Me parece que un exceso de modestia es igual de pernicioso que un exceso de soberbia. Yo tengo la razón agarrada por una pata (le doy de comer hierba para que no se me escape) y no se hable más, hala.
El día menos pensado fundo una secta y os ilumino (se me acaba de ocurrir).