Thursday, February 16, 2006

Montaña de carbón

Y de repente, tras el cristal de la ventana, una enorme montaña de carbón que cubría casi la totalidad del patio interior llegando incluso la punta a la altura del segundo piso. Años, durante años me pregunté qué hacía esa montaña de carbón ahí. Mientras la contemplaba, en esos breves minutos de una mañana de un día de agosto mientras esperaba mi turno en la ducha, sabía que recordaría para siempre esa montaña de carbón. La miraba y la grababa en mi memoria como si cada trocito de carbón me pudiese explicar algo, como si esa visión se fuera a quedar, definitivamente, como la pregunta a tantas y tantas incógnitas y como si la montaña negra en su textura, su estética, su olor que imaginaba tras el cristal, concentrase en sí todo el ambiente de aquella pequeña ciudad de provincias perdida en la Europa del Este profunda.

Y es que la montaña era como una canción muy triste. Triste como los pósters gastados de estrellas del heavy metal occidental más tirado que las pulcras y metódicas estudiantes que se alojaban en la residencia habían puesto en los váteres. Es que era todo triste. Hasta las estrellas de heavy metal, que pueden producir risa o temor, daban penita. Triste la habitación donde nos alojábamos unas cuantas chicas occidentales que íbamos de paseo y que en invierno- con vistas a la negra montaña como único solaz-, ocuparían otras chicas, de sueños salvajes y tétricos, de años emparedados entre el carbón y el cemento de aquella pequeña ciudad de provincias tan formalmente perdida en sus tradiciones y sus buenas costumbres de comunistas modelo.

Me producía un extraña sensación pensar en el futuro de las chicas. Dentistas quizás, o peritos. Sueños, los pósters del váter indicaban que tenían sueños oscuros con seres totalmente opuestos a la formalidad empalagosa de discursos sobre la educación y el buen trabajador. Las veía vestidas con sus trajecitos de colores apagados, con las blusas heredadas de sus madres cerradas hasta el cuello, asintiendo en clase con pudoroso interés mientras su pensamientos iban tras aquellos espantos de heavys con sus pelucones trogloditas. Y es que tenía que ser la realidad muy triste, pero realmente triste, para que aquellos tristes melenudos sacando la lengua mereciesen tal honor de ser expuestos como ídolos.

Y en aquella inmensa montaña de carbón que cubría el patio estaba el todo. El todo de las comidas espantosas - pura bazofia aderezada con paprika- que nos ofrecían en el comedor con una sonrisa mientras nos informanban de que era la "comida tradicional" y que sólo se comían los que provenían del Este. El todo de una vida oscura y tan limitada como el contorno definido de la montaña de carbón.

Y el porqué objetivo y práctico de la montaña era una respuesta sencilla; tan fácil y tonta que cualquiera me la hubiera podiso responder o incluso yo misma lo hubiera podido saber con un poco más de esfuerzo intelectual por mi parte. Sin embargo, quedó en mis retinas como una incógnita durante todos estos años, como una pregunta imagen que posiblemente no quisiera yo responderme porque para mí era un todo.

Hace unos días, casualmente, mirando un documental, supe que en los patios se almacena el carbón para la calefacción del invierno. Y me quedé bloqueada. No me podía creer que esa fuera la respuesta a mi "todo". No, después de haber olido, sentido, visto e imaginado la montaña de carbón durante todos estos años. ¿Es cierto que siempre buscamos una respuesta?

Wednesday, February 08, 2006

Narmalna

Hace un par de días, entre sorbo y sorbo de café, leyendo por la red me encuentro de repente con un pequeño shock. Hablaban de felicidad, y claro, cada uno habla de eso desde un punto de vista estrictamente personal, ya que es muy subjetivo. Alguien dijo que echaba de menos los tiempos en los que se ponían a hablar de esas cosas de la vida. Y hachazo de respuesta: "Yo no, detesto la salsa rosa".

Tuve el impulso de entrar a responder, pero otro sorbo de café me convenció de que era inútil, de que no puedo perder el poco tiempo que tengo para discutir con un tipo que, dada mi condición de frívola irredenta, lo único que podrá hacer será despreciarme. Y además, ¿qué puedo hacer yo si una persona considera con abrumador desprecio que hablar de la vida, así en general, sin ni siquiera mentar los cotilleos o a Raquel Mosquera, es "salsa rosa"? ¿salvarla? ¿y salvarla de qué? Es posible que dicha persona esté más salvada desde su púlpito de intelectual al que le resbalan los temas mundanos. Quizás esa fuera, en realidad, su forma de ser feliz y eso es lo que quería expresar: saber que es superior intectualmente al resto, que no pierde el tiempo con tonterías y hacérnoslo saber para que nos quede claro, porque si no nos queda claro no podemos saber hasta qué punto es intelectual y profundo, y entonces no es tan feliz. Lo que parecía un ataque es en realidad su definición de felicidad.

Ladna, dicen los rusos. Nosotros decimos "Vale". La frivolidad no sólo hace feliz al que lo es, sino también, y de muchas formas indirectas, a distintos satélites que pueden desfogarse sacando su ira (viene muy bien para el cutis)y su desprecio (el desprecio mejora la calidad del pelo y las uñas: los pone más brillantes). Sus beneficios son incalculables.

Si tuviera tiempo, y dada mi tendencia natural a ser Santa Gloss de Calcuta, yo haría todo lo posible por hacerlo feliz, pero tan sólo dispongo de algunos ratos que me deja mi hija, así que he optado por dejar que otros lo hagan feliz (también hay que dejar sitio a los demás en este árduo camino por la beatitud frívola, que no puedo ser tan acaparadora).

Narmalna, dicen los rusos. Nosotros decimos "tirando". Les preguntas "Kak dielá?" (¿Cómo estás?) y te reponden con acento así como gallego profundo recién despertado de una siesta y a punto de bostezar: "narmaaalna", que en reliadad quiere decir que "normal", lo cual en realidad es "bien", lo que pasa es que son menos entusiastas que nosotros.

Pues eso, que más o menos "narmaaalna" (el acento gallego es imprescindible). Que lamento profundamente no volver a hacer feliz a este tipo y que seguro cuando vaya al purgatorio será una mancha terrible en mi curriculum que me costará cocerme en calderos y calderos de agua hirviendo, pero Diosito no me da suficiente tiempo para todo así que me es imposible seguir con mi cruzada pro frivolidad benéfica.

Que para poder seguir diciendo este "narmaaalna" con acento gallego y un semibostezo no puedo estar con la lengua fuera siendo frívola en todas partes para aportar felicidad, pero que me consuela saber que seguro encontrará muchos otros a los que despreciar por lo que sus posibilidades de ser feliz son casi infinitas.