Joven de espíritu
Ayer escuchaba por 21.563 vez el tópico más tópico que conozco "la edad no es cosa física, sino cómo se siente uno, si uno se siente joven es joven". Y vale, que como consuelo está bien, sobre todo porque se le da la palabra "joven" un valor excepcional, como si sólo sirviera ser "joven", como si el hecho de ser "joven" fuera una panacea de felicidad. Y no es exactamente así. Hay muchos jóvenes tristes, que nacieron ya cansados, jóvenes con problemas de depresión, inseguridad, con meteduras de pata que hipotecan sus vidas futuras, jóvenes aburridos, insulsos, pesados, estúpidos. Y los hay alegres, simpáticos, torbellinos, claro, también, porque hay de todo.
Sí que es cierto que siendo joven físicamente uno aguanta más y tiene menos arrugas y kilos, pero lo que determina que uno sea alegre o medianamente feliz no es tanto la edad como la personalidad y las circunstancias. Sin embargo, éste culto a la "juventud", a lo que se supone que es una juventud idealizada, hace que uno no sea capaz de decir "ya soy mayor" o "no soy joven" sin cierta vergüenza o rabia. No, no se puede decir "soy viejo y a mucha honra, bien que me he comido y me como la vida a bocados", sino que hay que decir el tópico de "que uno es joven por dentro" y todas esas gilipolleces. No, uno no es joven por dentro, si se es viejo se es viejo y punto. Y se puede ser viejo y divertirse, y ser abierto, y tener ganas de aprender. Y no pasa nada por ser viejo. Es una etapa más, como la juventud, o la niñez, que no son virtudes ni cualidades, sino etapas. Hay jóvenes tristes y amargados, y viejos alegres como un cascabel. Se es uno, y van pasando las etapas. Y de cada etapa se caza lo que se puede, se devora y al buche.
Yo recuerdo mi juventud - porque no es que sea aún vieja, que todavía me queda, sino madurita - con cierta nostalgia, simpatía y algunas tristezas. Pero no me cambiaría. No me cambiaría por quien fui ni desearía volver atrás. Mi piel es ya menos tersa, tengo ciertas marcas de expresión, algunas canas y a veces observo como ha cambiado mi rostro, más redondito y dulce antes, afilado ahora. Pero no me cambio. Son etapas, fueron etapas. La Universidad fue divertida, pero también muy pesada en sus obligaciones de exámenes y en estudiar tonterías que nunca me han servido para nada. La responsabilidad que tengo ahora es mi responsabilidad porque me la he buscado yo, pero no es una responsabilidad impuesta ya que no tengo que dar cuentas a ningún adulto, sino que soy yo el adulto. Y es magnífico ser adulto y responsable y saber que nadie puede decidir por uno. Que soy yo quien decide y punto.
No, yo no soy joven por dentro. Mi optimismo, mi alegría, no es juventud. Soy así porque soy así y mi evolución me ha llevado a ello. No sé cómo seré dentro de veinte años, si "soy", pero seré más vieja, tanto por dentro como por fuera. Son etapas. Y me gustaría disfrutar, como me gusta disfrutar ahora. No me da miedo la vejez porque siempre he imaginado que iba a vivir muchos años y sería una viejecita enjuta y sobria de cabello blanco y muchas arrugas limpias dedicada a la vida contemplativa, casi monacal (es que tengo una parte así como de eremita que me da de vez en cuando). Y a lo mejor me da entonces por la gilipollez de decir que "soy joven de espíritu", que nunca se sabe.
Sí que es cierto que siendo joven físicamente uno aguanta más y tiene menos arrugas y kilos, pero lo que determina que uno sea alegre o medianamente feliz no es tanto la edad como la personalidad y las circunstancias. Sin embargo, éste culto a la "juventud", a lo que se supone que es una juventud idealizada, hace que uno no sea capaz de decir "ya soy mayor" o "no soy joven" sin cierta vergüenza o rabia. No, no se puede decir "soy viejo y a mucha honra, bien que me he comido y me como la vida a bocados", sino que hay que decir el tópico de "que uno es joven por dentro" y todas esas gilipolleces. No, uno no es joven por dentro, si se es viejo se es viejo y punto. Y se puede ser viejo y divertirse, y ser abierto, y tener ganas de aprender. Y no pasa nada por ser viejo. Es una etapa más, como la juventud, o la niñez, que no son virtudes ni cualidades, sino etapas. Hay jóvenes tristes y amargados, y viejos alegres como un cascabel. Se es uno, y van pasando las etapas. Y de cada etapa se caza lo que se puede, se devora y al buche.
Yo recuerdo mi juventud - porque no es que sea aún vieja, que todavía me queda, sino madurita - con cierta nostalgia, simpatía y algunas tristezas. Pero no me cambiaría. No me cambiaría por quien fui ni desearía volver atrás. Mi piel es ya menos tersa, tengo ciertas marcas de expresión, algunas canas y a veces observo como ha cambiado mi rostro, más redondito y dulce antes, afilado ahora. Pero no me cambio. Son etapas, fueron etapas. La Universidad fue divertida, pero también muy pesada en sus obligaciones de exámenes y en estudiar tonterías que nunca me han servido para nada. La responsabilidad que tengo ahora es mi responsabilidad porque me la he buscado yo, pero no es una responsabilidad impuesta ya que no tengo que dar cuentas a ningún adulto, sino que soy yo el adulto. Y es magnífico ser adulto y responsable y saber que nadie puede decidir por uno. Que soy yo quien decide y punto.
No, yo no soy joven por dentro. Mi optimismo, mi alegría, no es juventud. Soy así porque soy así y mi evolución me ha llevado a ello. No sé cómo seré dentro de veinte años, si "soy", pero seré más vieja, tanto por dentro como por fuera. Son etapas. Y me gustaría disfrutar, como me gusta disfrutar ahora. No me da miedo la vejez porque siempre he imaginado que iba a vivir muchos años y sería una viejecita enjuta y sobria de cabello blanco y muchas arrugas limpias dedicada a la vida contemplativa, casi monacal (es que tengo una parte así como de eremita que me da de vez en cuando). Y a lo mejor me da entonces por la gilipollez de decir que "soy joven de espíritu", que nunca se sabe.