Cotilleos intelectuales
¿Podemos vivir la literatura sin hurgar en la vida de los que han dejado una obra para la posteridad? ¿Podemos ver una escultura sin desear saber con quién se acostaba el que la hizo? Quizás sea un poco exagerado, pero me llama la atención ese deseo de apropiarnos de la vida, aunque sea mediante palabras escritas, de aquellos que nos han llamado la atención. A mí me gusta indagar en las vidas de escritores y artistas: es como leer el hola, pero queda más bonito decir que te estás leyendo una biografía de alguna eminencia, así, en plan intelectual, que decir que no te puedes aguantar las ganas de cotillear.
Y lo cierto es que, en cualquier parte, cada vez que buscas literatura, música o lo que sea, surgen libros, artículos con escabrosas vidas de artistas y escritores, con oscuros secretos, amoríos, homosexualidades inconfesas y toda una serie de datos que aumentan las leyendas. Hace poco, buscando una cosa en San Google (bautizado así por Renato), encontré noticias sobre la homosexualidad de Marina Tsvietáeva y sus amantes. Yo no buscaba eso, pero me enganché leyendo el artículo en Clarín en el que contaba sus escarceos. Y en estos casos, a pesar del morbo e interés suscitados, no deja de aparecerme cierto pudor por estar indagando en cosas tan privadas y que, al fin y al cabo, no deberían importarnos a los que leemos sus obras. Porque si yo leo los poemas de esta gran poetisa voy a saber que son buenos sin necesidad que me digan que fue lesbiana. De hecho, antes de saberlo la he leído, y ¿cómo decirlo? No me parece un dato relevante que me aporte nada consistente. Sus poemas son buenos sea lesbiana o no y no la voy a mirar distinto por ese hecho.
Y es que, aunque entiendo el impulso del cotilleo (ahora me estoy leyendo una biografía de Miguel Ángel, aunque no cuenta mucho de sus escarceos con jovencitos) y de hecho me dejo llevar por él, me parece a veces excesivo que contínuamente la literatura se nutra de los secretos de sus escritores, de cómo se lo hacían, de si supuestamente pensaban en mujeres, hombres, cebras o estaban enamorados platónicamente de su tía la del pueblo. Y es que siempre es así. Vale mucho más a veces la leyenda que la propia obra en sí.
Si conoces con pelos y señales las vidas de un número importante de escritores y artistas pasas a ser "culto". Pero lo que has hecho es leerte el Hola, inflarte de cotilleos. No hay una gran diferencia, a pesar de que el Hola hable de princesas, artistas y personajillos de poca monta. Es devorar vidas ajenas, y detenerse en las cutreces y grandezas. Sólo que leer Babelia, biografías o Clarín queda mejor de cara a la galería.
Yo leo el Hola cuando puedo (A ver si esta semana lo puedo comprar para cotillear la boda del Cayetano) y el Diez Minutos on-line. Y también me pillo una biografía de vez en cuando porque me gusta más la realidad que la ficción (la ficción tiene que ser muy buena para que no me aburra)pero no veo gran diferencia entre cotorrear las amantes de Cayetano y los amantes de Catalina II (mola mucho, lo recomiendo), aunque sí es cierto que el Cayetano no tiene ni media hostia en comparación con Catalina de Rusia y sus amantes son mucho más descafeinadas que el Potiomkin y demás. Pero mi morbo es el mismo.
Y no me creo que la gente se lea biografías en plan intelectual por puro amor a la literatura y al arte.
Pongo la dirección del Diez Minutos para aportar un poco de cultura contemporánea a esta bitácora.
Y lo cierto es que, en cualquier parte, cada vez que buscas literatura, música o lo que sea, surgen libros, artículos con escabrosas vidas de artistas y escritores, con oscuros secretos, amoríos, homosexualidades inconfesas y toda una serie de datos que aumentan las leyendas. Hace poco, buscando una cosa en San Google (bautizado así por Renato), encontré noticias sobre la homosexualidad de Marina Tsvietáeva y sus amantes. Yo no buscaba eso, pero me enganché leyendo el artículo en Clarín en el que contaba sus escarceos. Y en estos casos, a pesar del morbo e interés suscitados, no deja de aparecerme cierto pudor por estar indagando en cosas tan privadas y que, al fin y al cabo, no deberían importarnos a los que leemos sus obras. Porque si yo leo los poemas de esta gran poetisa voy a saber que son buenos sin necesidad que me digan que fue lesbiana. De hecho, antes de saberlo la he leído, y ¿cómo decirlo? No me parece un dato relevante que me aporte nada consistente. Sus poemas son buenos sea lesbiana o no y no la voy a mirar distinto por ese hecho.
Y es que, aunque entiendo el impulso del cotilleo (ahora me estoy leyendo una biografía de Miguel Ángel, aunque no cuenta mucho de sus escarceos con jovencitos) y de hecho me dejo llevar por él, me parece a veces excesivo que contínuamente la literatura se nutra de los secretos de sus escritores, de cómo se lo hacían, de si supuestamente pensaban en mujeres, hombres, cebras o estaban enamorados platónicamente de su tía la del pueblo. Y es que siempre es así. Vale mucho más a veces la leyenda que la propia obra en sí.
Si conoces con pelos y señales las vidas de un número importante de escritores y artistas pasas a ser "culto". Pero lo que has hecho es leerte el Hola, inflarte de cotilleos. No hay una gran diferencia, a pesar de que el Hola hable de princesas, artistas y personajillos de poca monta. Es devorar vidas ajenas, y detenerse en las cutreces y grandezas. Sólo que leer Babelia, biografías o Clarín queda mejor de cara a la galería.
Yo leo el Hola cuando puedo (A ver si esta semana lo puedo comprar para cotillear la boda del Cayetano) y el Diez Minutos on-line. Y también me pillo una biografía de vez en cuando porque me gusta más la realidad que la ficción (la ficción tiene que ser muy buena para que no me aburra)pero no veo gran diferencia entre cotorrear las amantes de Cayetano y los amantes de Catalina II (mola mucho, lo recomiendo), aunque sí es cierto que el Cayetano no tiene ni media hostia en comparación con Catalina de Rusia y sus amantes son mucho más descafeinadas que el Potiomkin y demás. Pero mi morbo es el mismo.
Y no me creo que la gente se lea biografías en plan intelectual por puro amor a la literatura y al arte.
Pongo la dirección del Diez Minutos para aportar un poco de cultura contemporánea a esta bitácora.