Hace unos días, leyendo el Hola (sí, de vez en cuando lo leo) me encontré con una aseveración de Carmen Sevilla que me dejó boquiabierta : "He abortado dos veces"
Es de una sinceridad apabullante porque no tiene ninguna necesidad de decirlo y ganarse así la posible animadversión de su público contrario al aborto, y me pregunto por qué lo hace, ya que al ser una cuestión tan íntima y polémica posíblemente le pueda traer problemas el decirlo.
He conocido varias mujeres que me confesaron haber abortado. Una de ellas, moscovita que jamás había salido de Rusia, había abortado tres veces debido a la falta de medios anticonceptivos en el país y a su negativa a tener más hijos, y era algo que explicaba con tristeza, con una resignación un tanto fatalista y cierto sentimiento de culpa. Otra de ellas, la madre de una amiga mía por aquellos tiempos, me lo contó entre lágrimas, ya que había abortado cuando estaba a punto de separarse de un matrimonio desgraciado y sentía que no podía tener ese bebé, que la seguiría atando a unas circunstancias con las que deseba romper por la profunda infelicidad que le causaban. Otra, lo hizo porque el bebé venía con malformaciones congénitas graves y también fue doloroso, extraordinariamente doloroso para ella. Todas estas chicas de las que hablo y que me vienen a la mente, tienen en común el ser excelentes personas. La primera y la última son personas que me ayudaron mucho, la moscovita y su marido me salvaron la vida y la última me apoyó mucho en ciertos momentos difíciles para mí. Me resulta imposible pensarlas como asesinas, tal y como apuntan algunas organizaciones antiabortistas, así como me resulta imposible pensar lo mismo de Carmen Sevilla.
Y pienso que son muy valientes al hablar de ello, al decirlo, al plasmar una realidad que muchas veces se oculta. A mí el aborto me da pavor porque pienso que las secuelas que se sufren tras haber hecho uso de el voluntariamente son terribles, ya que el sentimiento de culpa, la tristeza y el vacío deben ser horribles, pero soy favorable a él porque creo que en ciertas ocasiones, el nacimiento de ese bebé es peor para el bebé mismo, ya que debe nacer en unas circunstancias en las que sea querido y aceptado para que disponga de un entorno favorable a su desarrollo, y cuando eso no se da hay muchas papeletas para que ese bebé sea muy infeliz.
Me pregunto cuántos hijos no deseados han sufrido las consecuencias del rechazo materno inconsciente, aunque la madre haya estado allí y se haya ocupado de lo básico. Cúantos han sufrido la frustración de una madre abnegada. Cúantas frustraciones se transmiten de generación en generación en un círculo vicioso.
Se habla de la maternidad como un don, una alegría, y sí, lo es, aunque sea muy trabajosa, pero siempre que sea deseada. Una mujer que es madre sin desearlo, en contra de su voluntad, descargará incosncientemente su frustración en el hijo y me pregunto qué alegría puede haber ahí.
Carmen Sevilla, que ha abortado dos veces, cree en Dios. Contradictorio, sí. Y aclaratorio. Las contradiciones suelen ser diáfanas.