Thursday, June 15, 2006

Gruñidos de Expaña

Y veo el éxito de Rosa, la Rosa de Expaña, en "Mira quien baila" y me pregunto. ¿Qué tiene esta chica para que las masas se vuelquen con ella y se gasten la pasta en SMS o llamando, enriqueciendo a las productoras de los programas para que sea vencedora? ¿Voz? ¿Sabe bailar? Sí, buena voz, vale, pero canta canciones que son un espanto de horteras y que da vergüenza oirlas, tanto que no puedes escuchar la famosa voz porque estás en pleno ataque de urticaria auditiva. Y tampoco es que tenga un talento excepcional para cantarlas. Queda bien, aunque cantando semejantes bodrios tampoco se puede saber si realmente queda bien. A mí me da hasta pena. Y bailar, sí, claro, hace lo que puede y se esfuerza. No baila mal, pero no hay comparación con los profesionales que sacan y otros compañeros famosos solidarios para lucirse lo hacen mejor que ella.

¿Qué tiene esta chica tímida y con pinta de buenaza? Que no sabe hablar. Sí, esa es la clave de su éxito. Le preguntan algo y dice "Poz zí ugshminim ashusiyo minros un poquillo" bajando la cabeza con humildad y cerrando la boca mucho para que no se le escape una sílaba de más. Y no te enteras un carajo de lo que ha dicho.

Es, claramente, un proceso de identificación del público con ella. A la mayoría de la gente no se la entiende cuando habla. A veces, veo el progarma "Gente", en la sección de sucesos y me cuesta comprender a la gente cuando se expresa. No hablan, gruñen, balbucean frases medio hechas sin vocalizar, usando mal las palabras y con muletillas (innecesarias e incómodas pero imprescindibles para el que habla porque son como amuletos) de acompañamiento. Y ese no saber hablar da confianza. Sí, porque lo que realmente produce desconfianza es la gente que sabe hablar. Esos dan miedo, mucho miedo. Sin embargo, los gruñidos de Rosa son territorio conocido, el lenguaje primitivo simio antes de que la palabra lo corrompiera todo. Fijáos si no los políticos. Esos hablan. La palabra es corrupción.

Ganará otra vez y hasta ella misma se volverá a sorprender de ganar. Y murmurará unos tiernos y emocionados gruñidos de acompañamiento a su público que gruñirá en un éxtasis de felicidad y saltará y dará grititos. Pero no, no digáis que todo es enternecedoramente simio (que lo es. A mí me enternece Rosa de un modo parecido a los gorilas, que me encantan) no eso rompería el encanto. Decid simplemente que los políticos no son de fiar porque usan palabras raras y complicadas y no se los entiende cuando hablan y gruñid un poco. Es tiempo de gruñidos.

Tuesday, June 06, 2006

Aura mater

Lo veo y dice que está más gordo. Entonces le digo totalmente convencida e insistiendo en mi propuesta: "Pues lo que tienes que hacer es inflarte a hamburguesas, patatas fritas y pasteles y engordar veinte kilos más. Entonces verás como los kilos de más de ahora no te resultarán molestos".

Sí, posible realidad, pero improbable. Yo nunca le hablaría así. Sin embargo a mí sí me hablan así. Todos los días. Hace una semana, en Ikea (lugar que detesto porque me produce calustrofobia), mi hija trotaba en los colchones y escalaba todas las cumbres a su altura que podía en una actividad peligrosa constante que nos tenía en vilo, vigilándola a cada segundo, cuando aparece un preclaro compañero de trabajo del padre de la criatura. Y nos dice ante nuestra expresión de cansancio- sin previa petición de consejo por nuestra parte-: "Lo que tenéis que hacer es tener otro niño más". Y yo puse una cara de fastidio que me resultaba imposible disimular, pero él, ducho en la materia, insitió: "Así en los viajes lleváis menos cosas porque cada uno se tiene que conformar con menos espacio. Juegan entre ellos: Yo tengo cuatro" Y yo le dije "Ah, qué bien, pues dónenos uno para que juegue con nuestra hija". Y debí ser cortante porque se quedó un poco parado y enseguida se fue. Tampoco es que se le viera pletórico de felicidad por tener cuatro, pero parece que quería que siguiéramos su ejemplo demográfico.

Es una anécdota más de tantas. Mi vecina, una italiana dueña de un restaurante y con tres hijos, también me aconseja lo mismo ante mi cansancio, al igual que Rita, una compañera de gimnasio. Te ven hecha polvo y te dicen eso tan popular "No quieres arroz? Pues dos tazas" que se podría traducir a "Jódete doble y calla". Y eso que tú no pides consejo alguno. Después, leo a mujeres con hijos pequeños embarazadas de otro y no es una situación nada facil. Muchas están al límite de sus fuerzas y se quejan de la dureza. No es, para nada, un camino de rosas. Y los que me aconsejan que tenga más hijos lo saben, sin embargo, no pueden evitar el obligarte de alguna manera a que sigas su camino, quizás para "legitimar" lo suyo o encontrarle un sentido a su caos. También ellos se quejan de los duro que es, de la falta de tiempo que tienen para todo, y, sin embargo, te aconsejan que hagas lo mismo. Imagino que porque es "lo que hay que hacer".

Otros, cuando se enteran de que mi hija es de poco dormir y de horas noctámbulas, enseguida me arreglan la vida con el famoso "método" que consiste en hacerlos llorar hasta que se duerman de puro agotamiento durante una semana para que se acostumbren a dormirse solos, sin luz, (eso son mariconadas, la luz, la luz) y a las ocho de la tarde. El "método" está explicado de forma en la que los padres lo hacen no porque estén agotados y no puedan más (en cuyo caso yo puedo entenderlo porque todos tenemos un límite cuando llevamos días sin dormir) sino "por el bien del niño" -estas justificaciones trampa de nuestros días super solidarios-. El bien del niño, se supone, es dejarlo llorar encerrado en su habitación, a oscuras, con un peluche como vínculo, para que aprenda a dormirse solo, que dormirse acompañado debe ser muy malo para la salud mental. Muchos adultos, ya talluditos, siguen teniendo terrores nocturnos y no pueden dormir solos con la luz apagada, sin embargo, no lo achacan a estas prácticas educacionales que para nada son nuevas sino que se llevan usando desde hace décadas con el beneplácito social porque "así el niño aprende a ser más independiente". Evidentemente, no todos los niños con los que se use el famoso método van a desarrolar terrores nocturnos, depende mucho de su educación y personalidad, pero es un dato a tener en cuenta. ¿Quién de nosotros, adultos, soportaría bien que nos obligasen a dormir acostándonos cuando no tenemos sueño y nos apagasen la luz? ¿Acaso no perderíamos la educación y protestaríamos?

Hay gente que tiene niños tranquilos, de buen dormir. Y éstos te dan también soluciones (los acuestan y se quedan fritos), cuando lo cierto es que sus hijos duermen porque son así, mientras que hay otros que son terremotos, como la mía, y dormirlos es un delicado proceso de irlos tranquilizando poco a poco hasta que se aburran.

En general, parece que ser padre da una especie de aura que permite ponerse a aconsejar a todo quisqui a que haga lo mismo que tú. Los libros sobre psicología infantil son del mismo talante que los padres omniaconsejantes: te dicen que debes hacer tal y cual, pero la realidad te supera, además de superarte algunas cosas leídas como, que la madre no debe dar el pecho más de cuatro meses porque después el bebé se acuerda y podría resultarle incestusoso... Entonces me imagino a millones de niños en el mundo que son amamantados hasta los dos años y más en plan Edipo obsesivo tetón, pero resulta que el Edipo y le Electra son complejos totalmente normales y aunque los niños tomen biberón aparecen de todas formas. Y ya hay que ser retorcido para pensar así aunque se sea un prestigioso psiquiatra francés.

Yo creo que, a partir de ahora, voy a aconsejar también a los demás. Soy madre, está claro, así que tengo ese aura divina por la que los demás están obligados a escucharme. A la italiana de al lado, que tiene tres hijos mayores y está cansada de trabajar, la casa, sus problemas y que tan bien me aconseja, le diré que se insemine (creo que el marido está para pocos trotes) de cuatrillizos y que adopte tres loros para que los niños adquieran pronto el desarrollo del lenguaje. A Rita le voy a decir que adopte tres rinocerontes y los tenga en el jardín para que le sieguen el césped y que no vaya al ginamsio, que con lavar con la manguera a los rinocrontes y descargar los camiones de comida para ellos ya hace bastante deporte. Y al compañero de mi chico le diré que tenga otros dieciséis hijos para la mejor distribución y parcelación del espacio de su casa, y que ya puede empezar a encargarlos con su señora, que tiene pinta de tener los deberes conyugales muy abandonados. Ah, y que los deje llorar a los dieciséis a la vez (más los otros cuatro) hasta que se duerman para conseguir componer así la sinfonía del llanto, que será un éxito mundial mucho más exitoso que la espantosa canción aquella que sacó The Kelly Family hace unos años.

Si es que no hay nada como saber aconsejar y arreglar vidas ajenas, tan descarriadas.