De "derechos"
La Pepa entraba en el patio y todos los chiquillos acudían a ella gritando "¡Que viene la Pepa!" "¡Pepa, levántate la falda y baila!" Y la Pepa, se reía, y se ponía a bailar muy contenta levantándose la falda y enseñando unas enormes bragazas que provocaban la risa y burlas crueles.
"Tiene más de treinta años" Decían los chicos admirados como si fuera más vieja que Matusalen. Y sí, era muy vieja en realidad, porque treinta años para una persona con síndrome de Down (subnormal, los llamaban en la época)eran ya muchos, ya que su vida es mucho más corta. ¿Y qué hacía la Pepa en el patio del colegio? Iba a clase. Desde tiempos inmemoriales repetía primero de EGB en la clase de Doña Teresa, una chupada maestra con moño a lo señorita Rottenmeyer, sonrisa falsa y actitud perdonavidas. La Pepa no aprendía leer ni escribir pese a todos los años que llevaba intentándolo ni debía estar ya escolarizada, pero por alguna razón que yo nunca he sabido, era la mascota de la clase de Doña Teresa. Ésta última la trataba con cariño, al menos aparentemente, y sabía tenerla domesticada de modo que no se levantara las faldas ni enseñara las bragas en su presencia, que, por otra parte, era lo que más le gustaba hacer a la Pepa.
En aquella época la Pepa era un privilegiada porque salía a la calle y se reía. Otros retrasados mentales sufrían el confinamiento en sus casas o en corrales, en condiciones de vida ínfimas, para que la familia no sintiera vergüenza. Ella no. Era bastante libre yendo y viendo a su antojo y como, aprentemente, no era consciente de la agresividad de las burlas de los chiquillos, se pasaba el día bailando y riendo mientras mostraba al mundo sus bragazas. Todavía era "subnormal", ahora ya no.
Estos días, leyendo por ahí, me encontré con un tema en un foro que hablaba de los padres con retraso mental. Una chica se mostraba horrorizada de haber visto, en una cafetería, a una pareja de retrasados intentado ocuparse un bebé sin ser capaces de ello. Le daban el biberon hirviendo, el bebé lloraba y no sabían que había que acunarlo en brazos. Estaban nerviosos y muy perdidos ante una responsabilidad que les venía grande. Enseguida hubo respuestas y, aparte de una apasionada de los deficientes mentales por lo cariñosos que son hasta el punto de decir que incluso les dejaría a sus hijos para que los cuidaran, me sorprendió como la gente reaccionaba con un "Ellos también tienen derecho a ser padres, sólo que necesitan ayuda y una tutela que se haga cargo".
¿Y desde cuando la paternidad ha sido un derecho? Es una realidad biológica, digamos, hay gente que tiene hijos y gente que no, pero ¿derecho? Qué manía con calificarlo todo de derecho. Y entre las realidades de paternidades, la menos deseable es la de unos padres que no saben o no quieren ocuparse de sus hijos porque las secuelas pueden ser terroríficas. ¿Por qué entonces proteger ese tipo de paternidad, que, además, necesita de un tutor las 24 horas del día para que se ocupe de verdad de dos personas disminuídas y un bebé? ¿Realmente cuando alguien se pone sensible, así como solidario y dice eso de "ellos también tienen derecho" se ha parado pensar lo que implica?
Y es que hemos pasado de un extremo al otro. Del extremo de la humillación, de llamarlos "subnormales", humillarlos y encerrarlos para que no se vieran, a casi deificarlos por lo cariñosos y obedientes que son. Y sí, la Pepa era muy cariñosa, me consta, y muy obediente con Doña Teresa. Me produce ternura recordarla. Son así muchos de ellos, no todos porque también los hay agresivos, dependiendo del tipo de deficiencia y si va acompañada de otras enfermedades. Por suerte, los tiempos han cambiado y ahora una gran parte de la gente está a favor de darles una vida lo más digna posible, pero no creo que haya que pasarse al otro extremo y alabar la paternidad de dos personas deficientes.
Creo que hemos llegado a un extremo en el que tenemos que ser tan correctos, tan buenos, tan solidarios, tan sensibles, tan maravillosos en nuestra empatía con los más desfavorecidos que nos está faltando el sentido común. No podemos decir ningún pensamiento que tenga el más mínimo atisbo de ser insolidario, insensible o egoísta. ¿Si yo digo que los deficientes mentales no me parecen "seres maravillosos" sino "seres que me dan pena" y me niego a aceptar como algo positivo el que tengan hijos porque están en su "derecho" seré acusada de nazi?
En algunos sitios leo y leo, pero no digo ni palabra porque no tengo tiempo para entrar en polémicas. Y es que me temo que es imposible llegar a un etendimiento con las personas correctas y bienpensantes que, a la mínima que les lleves la contraria, se ponen agresivas y te acusan de ser Belcebú. Es como si su agresividad fuera contra todo aquello que no sigue el discurso sensible porque es una forma de defender los derechos de los más desfavorecidos. Estas cruzadas de bondades y sensibilidades casi que me parecen excusas para sacar la agresividad por otro lado. No sé, lo estoy pensando.
"Tiene más de treinta años" Decían los chicos admirados como si fuera más vieja que Matusalen. Y sí, era muy vieja en realidad, porque treinta años para una persona con síndrome de Down (subnormal, los llamaban en la época)eran ya muchos, ya que su vida es mucho más corta. ¿Y qué hacía la Pepa en el patio del colegio? Iba a clase. Desde tiempos inmemoriales repetía primero de EGB en la clase de Doña Teresa, una chupada maestra con moño a lo señorita Rottenmeyer, sonrisa falsa y actitud perdonavidas. La Pepa no aprendía leer ni escribir pese a todos los años que llevaba intentándolo ni debía estar ya escolarizada, pero por alguna razón que yo nunca he sabido, era la mascota de la clase de Doña Teresa. Ésta última la trataba con cariño, al menos aparentemente, y sabía tenerla domesticada de modo que no se levantara las faldas ni enseñara las bragas en su presencia, que, por otra parte, era lo que más le gustaba hacer a la Pepa.
En aquella época la Pepa era un privilegiada porque salía a la calle y se reía. Otros retrasados mentales sufrían el confinamiento en sus casas o en corrales, en condiciones de vida ínfimas, para que la familia no sintiera vergüenza. Ella no. Era bastante libre yendo y viendo a su antojo y como, aprentemente, no era consciente de la agresividad de las burlas de los chiquillos, se pasaba el día bailando y riendo mientras mostraba al mundo sus bragazas. Todavía era "subnormal", ahora ya no.
Estos días, leyendo por ahí, me encontré con un tema en un foro que hablaba de los padres con retraso mental. Una chica se mostraba horrorizada de haber visto, en una cafetería, a una pareja de retrasados intentado ocuparse un bebé sin ser capaces de ello. Le daban el biberon hirviendo, el bebé lloraba y no sabían que había que acunarlo en brazos. Estaban nerviosos y muy perdidos ante una responsabilidad que les venía grande. Enseguida hubo respuestas y, aparte de una apasionada de los deficientes mentales por lo cariñosos que son hasta el punto de decir que incluso les dejaría a sus hijos para que los cuidaran, me sorprendió como la gente reaccionaba con un "Ellos también tienen derecho a ser padres, sólo que necesitan ayuda y una tutela que se haga cargo".
¿Y desde cuando la paternidad ha sido un derecho? Es una realidad biológica, digamos, hay gente que tiene hijos y gente que no, pero ¿derecho? Qué manía con calificarlo todo de derecho. Y entre las realidades de paternidades, la menos deseable es la de unos padres que no saben o no quieren ocuparse de sus hijos porque las secuelas pueden ser terroríficas. ¿Por qué entonces proteger ese tipo de paternidad, que, además, necesita de un tutor las 24 horas del día para que se ocupe de verdad de dos personas disminuídas y un bebé? ¿Realmente cuando alguien se pone sensible, así como solidario y dice eso de "ellos también tienen derecho" se ha parado pensar lo que implica?
Y es que hemos pasado de un extremo al otro. Del extremo de la humillación, de llamarlos "subnormales", humillarlos y encerrarlos para que no se vieran, a casi deificarlos por lo cariñosos y obedientes que son. Y sí, la Pepa era muy cariñosa, me consta, y muy obediente con Doña Teresa. Me produce ternura recordarla. Son así muchos de ellos, no todos porque también los hay agresivos, dependiendo del tipo de deficiencia y si va acompañada de otras enfermedades. Por suerte, los tiempos han cambiado y ahora una gran parte de la gente está a favor de darles una vida lo más digna posible, pero no creo que haya que pasarse al otro extremo y alabar la paternidad de dos personas deficientes.
Creo que hemos llegado a un extremo en el que tenemos que ser tan correctos, tan buenos, tan solidarios, tan sensibles, tan maravillosos en nuestra empatía con los más desfavorecidos que nos está faltando el sentido común. No podemos decir ningún pensamiento que tenga el más mínimo atisbo de ser insolidario, insensible o egoísta. ¿Si yo digo que los deficientes mentales no me parecen "seres maravillosos" sino "seres que me dan pena" y me niego a aceptar como algo positivo el que tengan hijos porque están en su "derecho" seré acusada de nazi?
En algunos sitios leo y leo, pero no digo ni palabra porque no tengo tiempo para entrar en polémicas. Y es que me temo que es imposible llegar a un etendimiento con las personas correctas y bienpensantes que, a la mínima que les lleves la contraria, se ponen agresivas y te acusan de ser Belcebú. Es como si su agresividad fuera contra todo aquello que no sigue el discurso sensible porque es una forma de defender los derechos de los más desfavorecidos. Estas cruzadas de bondades y sensibilidades casi que me parecen excusas para sacar la agresividad por otro lado. No sé, lo estoy pensando.