Thursday, April 28, 2005

La yenka

Izquierda, izquierda, derceha, derecha, delante detrás, un, dos, tres.

Me viene esta canción a la cabeza cada vez que pienso en las discusiones políticas entre izquierda y derecha, esas discusiones que no llevan a ninguna parte.

Durante años he intentado tener sentido crítico y mirar también hacia lo que la derecha decía, porque pensaba que podían aportar cosas interesantes que no me hicieran caer en el dogmatismo de ciertas actitudes de izquierda, tan de buen rollito, que no me gustan por lo poco que se adecúan a la realidad de lo que somos. Pero hoy, tras leer mucho a gente de derechas, me temo que les he perdido el respeto, que no los puedo tolerar, que no los aguanto.

Puedo soportar a la derecha laica, porque me parece más inteligente y menos victimista, más clara en sus definiciones y posturas, más intereante en la visión que aportan (aunque el neoliberalismo me cause verdadero pavor y a ellos también se lo causaría si fueran conscientes hasta que punto ese liberalismo los convierte en marionetas), pero a la derecha cristiana no la trago, en su arrogancia de perseguidos por su fe, de eternas víctimas, como en los tiempos de Nerón, cuando lo que pretenden es tener las riendas del control de la sociedad e imponer unas normas arbitrarias y un tanto desfasadas que muchos otros, lo malos, no deseamos porque son intromisiones en nuestras vidas.

¿Dónde voy a parar si se me acabó la tolerancia? ¿Realmente se puede ser tolerante? En teoría debería tolerarlos, escuchar su opinión con calma y responder con argumentos, pero noto que los argumentos les resabalan porque ellos tienen la ventaja de la fe. Y donde hay fe no valen los argumentos. Además, para ellos, los agnósticos y ateos somos una suerte de desgraciados que nunca tocaremos el cielo, mientras que ellos están a puntito de entrar en ese selecto club. Por lo tanto, ya que están en superioridad de condiciones por la fe, no les voy a dar más ventajas y respetarlos cuando ellos no me respetan a mí, que como partidaria del aborto (en los casos previstos por la ley, porque me parece lo más lógico) , partidaria de la eutanasia, los anticonceptivos y el divorcio soy una suerte de criminal. Me espera el infierno, sin duda.

Quizás sea este despliegue espectacular dedicado a la muerte del anterior Papa, y a alabarlo como si fuera un santo, cuando a mí me casa más que fuera un tipo aferrado al poder - como se da tanto entre los seres humanos - lo que ha actuado de revulsivo y me ha puesto rabisca. He visto a los católicos tan sobrados, tan dentro de esta maquinaria de inventar santidades y ocultar la realidad humana, tan cómodos y satisfechos en sus papeles de víctimas, cuando no son ellos precisamente los que se mueren por falta de preservativos o de hambre al no poder mantener a sus hijos, tan felices de ser unos mártires que, ya que lo buscan, mejor que sean mártires con razón para ganarse el cielo en condiciones.

No los respeto. No puedo respetarlos porque no me sale, no sería natural. No puedo respetar las enfermedades mentales tipo paranoia, si acaso, desear que haya una cura. Si mi falta de respeto es martirizarlos pues una razón de más para ganarse el cielo. Deberían estarme agradecidos.

Wednesday, April 27, 2005

Animus espiandi

Pues sí, ando espiando la mudanza de mi nuevo vecino, un italiano que me recuerda mucho al lider de Ketama. Cuando lo vi por primera vez, haciendo los trabajos de remodelación de su casa por s mismo, con su pinta de medio golfo organizado y trabajador pensé que vendría una familia de italianos modernos, de colores chillones, gafas a la última y diseño, todo de diseño.

Hoy, he mirado por la terraza a ver los muebles que subían y me he llevado un susto. Son de un cursi que tira para a trás, como los muebles de la Barbie. Lacados en blanco, estilo Louis no sé cuántos , que yo bautizaría como retrocursi. ¿Ý cómo caso yo ahora la imagen de italiano malote con los muebles de casa de muñecas que se ha traído? Vamos, que me ha dado un shock. Claro, que los habrá elegido la mujer, pero aún no la he visto y no sé si es la Barbie en persona.

Se me caen las etiquetas por todas partes. Ya sólo falta que Benedicto XVI encuentre a la oveja descarriada (dice que la anda buscando, y yo me he cortado las lanas para que no me reconozca y me confunda con una cabra) y le haga un hijo natural para que no entienda nada de nada.

A estas alturas y sin poder etiquetar, con lo cómodo que es eso.

Thursday, April 21, 2005

Autómatas de los principios

Leyendo por ahí, en otros foros, observo como una discusión nimia y sin sentido se va convirtiendo poco a poco, por obra y gracia del tono que se usa para referirse al otro, diría yo que bastante agresivo, aunque educado en las formas, en una bola de nieve que acaba arrasando con todo. Lo curioso son los principios. Todos los implicados tienen unos principios de la hostia. Y son principios, dicen. No se les ocurre ni por un instante pensar que es orgullo herido. Actúan en consecuencia por principios. Autómatas de los principios.

Bajas, idas, venidas, eyaculaciones precoces (que me vooooy, que me vooooy) orgasmos (se queeeedaaaa) gatillazos (no me constestaaaan). Lo mismo de siempre, pero con mucha tragedia griega. Y todo se siente una barbaridad, porque somos muy sensibles, y lo sentimos tantísimo que no nos podemos aguantar. Cinco minutos, claro, lo suficiente como para hacer un ligero exámen de conciencia, llorar si se tercia, que siempre ayuda a limpiar los lacrimales y viene bien para el cutis, y seguir con los principios a cuestas, como mochila fashion de Louis Vuitton.

Lo más divertido es al final, cuando todo ha pasado y la representación de la tragedia, finalizada, ha dejado el teatro vacío y con los asientos llenos de las porquerías que la gente desprende en los actos públicos (colillas, kleenex, envoltorios de caramelos, algún chicle pegado, preservativos) aparece alguno que ha disfrutado en vivo como el que más de la tragedia y dice como colofón, con un educado desprecio para que se note su superioridad con respecto a los actores, que se han dejado la piel en el performance, que él no ha participado porque detesta ese tipo de espectáculos. Y quiere ser él quien cobre el favor del público y los aplausos, también por sus principios, sobre todo el principio de dejar claro que es mejor que los actores.

¿Por qué se llaman principios al hecho natural (los animales somos así) de querer quedar por encima del otro a toda costa? ¿Se debe esto a que desde un principio somos así de competitivos?

Pero no usemos la palabra "competitividad", que es fea, mala, mala, mala. Sólo hay que usar conceptos muy nobles "dignidad, amistad, educación, nobleza, principios, valores, lealtad, solidaridad, respeto". Conceptos éstos que, según parece, todo el mundo sigue a rajatabla en todo momento, por principios, o eso dicen. Por eso no se entiende, que personas tan principiadas, lleguen a montar unas orgías considerables de eyaculaciones precoces (me voooy), orgasmos (se queeeda) y gatillazos (no me cooontestaaan), tan poco coherentes con principios tan píos y ordenados. Va a ser cosa del maligno, que manipula lo que se escribe en los foros a su antojo porque ellos no son así, que tienen principios.

Y me repito más que el ajo. Es por principios, no por falta de inspiración. Que yo también tengo principios, y eso.

Tuesday, April 12, 2005

Animus explicandi *

¿Por qué esa necesidad de dar explicaciones?

Alguien se burlaba finamente de mí hace unas semanas aludiendo a mi tendencia a decir "nos han educado para que hagamos esto y esto, pero en realidad..."

Me he pasado la vida dando explicaciones. Y me piden explicaciones. Pero es que me educaron para dar explicaciones, sí aunque se preste a burla que siempre recurra a la educación recibida como panacea universal. Cada detalle, cada fallo, debía ser explicado una y mil veces para convencer de que era eso, simplemente un fallo. Y costaba tan caro cualquier fallo que aprendí a pensarlo todo mucho con detenimiento, para fallar lo mínimo posible.

Y explico, explico, doy explicaciones, invento explicaciones racionales para algo que muchas veces no tiene explicación posible porque se encuadra dentro de los sentimientos profundos, del ego herido, de las inseguridades, de tantos y tantos sentimientos íntimos de estos que no conviene hablar demasiado, puesto que los humanos solemos idealizar mucho con las cualidades propias. Y ¡ay! de nosotros cuando nos quitan esas cualidades presuntas que idealizamos de lo que somos.

Me pregunto si algún dia podré parar de dar explicaciones. Si podré decir "no lo entiendo ni me interesa", "no me interesa perder el tiempo en darte una explicación". Y dejar mi "imagen", o lo que quiera que sea, ensuciada por el hecho de no ser capaz de excusarme, de no querer excusarme. Y que no me importe. Ése día me habré ganado a mí misma una batalla importante.

Porque a veces pienso en lo ridículo que me resulta verme dando explicaciones, inventando razones para convencerme de que lo que he hecho está bien por tal y tal causa, cuando lo he hecho no porque esté bien, sino porque me apetecía, porque lo necesitaba. Y lo puedo haber necesitado sin razones nobles, ni sanas, ni inteligentes. Puedo haber actuado perfectamente por frustración, por celos, por envidia, por cobardía, emociones éstas, que si bien tienen muy mala prensa, en mayor o menor medida las compartimos todos y las ocultamos, porque son esas emociones legañosas que no quedan bien.

Recuerdo las veces que he tenido que ocultar información con respecto la situación de mis padres, e inventarme una explicación noble y convincente para estas personas tan dignas, que no hubiesen entendido otro tipo de explicación. Hace años, en casa de una ucraniana, amiga por aquel entonces, asistí a una comida eslava que se alargó, como es costumbre por allí, desde las 11 de la mañana hasta las once de la noche. Y entre vodka, pollo a la Kiev, comida y más comida asistí a la edificante escena de como ella agredía a su marido verbalmente y físicamente mientras él se encogía (el vodka, la frustración y eso), a causa de las relaciones enquistadas que ella mantenía con su familia política. Se suponía que el marido era un cobarde etc. Me contó sus sufrimientos, sus problemas y lo que odiaba a sus suegros. Y no contenta con haber pasado doce horas en mi compañía, me quiso acompañar, con marido cobarde incluído, hasta mi casa. Y yo, ya cansada de caminar y ver que seguían detrás de mí y no me dejaban sola por fin me paré en una parada de autobús. Y allí, ante la sufrida alma ucraniana, le conté (ya que ella, como ser sufriente a la que yo había escuchado sus problemas podría entender el sufrimiento ajeno) algo sobre mi historia y mi particular relación, conflictiva, con mis padres. Y entonces ella me respondió con un sermón de lo más moral, recordándome mis obligaciones morales y poniéndome de vuelta y media mientras me decía lo que yo debía hacer y cómo debía actuar, más o menos poniéndome de rodillas en una situación así. Recuerdo que se me quedó la mirada fría, helada, le respondí con mala leche que ella no era quien para sermonearme a mí y ante sus ojos un poco espantados ante lo que yo me había atrevido a decirle, ya que no estaba acostumbrada a que le hicieran frente, me monté en el autobús para no verla nunca más.

Explicaciones. Daba la impresión de que yo a ella también tenía que darle explicaiones por mi comportamiento. Sin embargo, yo no le pedí explicaciones por agredir a su marido.

* Y de paso me invento un latinajo, ya puestos a inventar. ¿Os lo explico?

Wednesday, April 06, 2005

Olor de santidad

Hoy he tenido la clave de por qué la multidud aguanta en las colas de peregrinos de 14 horas para ver el cadáver del Papa. El olor a sobaquina sufrida de dos días sin ducharse por la gracia de Dios y los diferentes olores combinados de los peregrinos que, con bocata de chorizo o salami, queso Gouda o Cammenbert, o quesos de fabricación propia en las deportivas transpiradas, más el incienso y más la falta de oxígeno debida a la multitud y el calor, crea una potente droga alucinógena, de efectos parecidos al LSD que les hace entrar en un éxtasis místico sin precedentes.

Me pregunto si la Iglesia no patentará esta nueva droga que, posiblemente sea muy adictiva, pero es de coste barato y de fabricación casera. Sería un buen golpe al narcotráfico, ya que se dejaría de importar cocaína, marihuana y heroína si semanalmente se hacen grandes misas multitudinarias a las que los feligreses vayan sin ducharse, con el bocata, las bambas mojadas y un poco de incienso como ingrediente final. Los efectos de la potente droga deben durar unos siete días, más o menos, por lo que durante la semana, las ovejitas del Señor estarán felices y contentas en espera del éxtasis dominical.

Tuesday, April 05, 2005

Me encomiendo

A fecha de hoy, día 5 de abril del año Santo 2005, me encomiendo a mis Santos guardianes para que me protejan y aconsejen así como eviten que caiga en las tentaciones del maligno durante el periplo de sacrificio agonía y sufrimiento que pasaré por este blog. Todo sea por servir al Señor y expiar los pecados del mundo.

San Tortillero (mi Santo Guardián que vela por mí día y noche). Fue un hombre de fe. En 1576, para expiar los pecados del mundo, se autoinmoló en una tortilla de patatas gigante escalfándose con quemaduras tan graves y profundas heridas que tras una larga agonía falleció en medio de inmensos dolores y sufrimiento. Sus últimas palabras fueron "Le faltaba un puntito de sal para estar la tortilla en su punto", lo que indica hasta que punto era Santo y despreocupado de sí mismo, que se preocupaba más de la salud de la tortilla de patatas en cuestión, que quedó muy afectada por el suceso y fue tomada como reliquia en el Sagrado Convento de las Escalfadoras.

Santa Condona (mi Santa ante quien rezo todas las noches). Profundamente apesadumbrada y angustiada ante las maldades y ruindades del mundo y ante el hecho de que los humanos, intentan evitar el mandamiento divino de mantener relaciones carnales exclusivamente dentro del matrimonio y con el objetivo de tener descendencia, no de disfrutar, usando diversos medios para prevenir la concepción, Santa Condona, una joven monja alemana decidió pasar el resto de sus días encerrada dentro de un condón. Al principio le costó meterse, pero fue estirando y estirando y el condón, que también era Santo y se prestaba al mandamiento divino, fue dando de sí. Dada la presión, se hicieron algunas grietas en la pared del condón, con lo que Santa Condona pudo respirar y ser alimentada los veinte años que pasó dentro del condón. Falleció debido a su propio olor de santidad, que expulsó al oxígeno de la estancia donde se encontraba. Sus últimas palabras fueron: "Lastima que no me dé tiempo para darme un atracón de píldoras anticonceptivas y sufrir un shock hormonal que expiaría los pecados de las feministas".

A vosotros, San Tortillero y Santa Condona me encomiendo para no caer en las garras del maligno y sufrir todo lo que sea posible en este periplo por este mundo viciado y degenerado de los blogs, llenos de comunistas.